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martes, 13 de marzo de 2012

LOS KIOSKOS DE LA ESTACIÓN DE PLAZA DE ARMAS

Continuando con el recuerdo a la zona de la desaparecida Estación de Plaza de Armas, más popularmente conocida como la de Córdoba, traemos nuevas imagenes que nos ofrecen novedosas perspectivas tomadas en un tiempo pasado, aunque para muchos de nosotros muy reciente. Insistimos en que la Sevilla tradicional dio paso a un progreso voraz cuyo rodillo no se detuvo en el momento de aplastar  y deformar aquellos entornos que a lo largo de años formaron parte de otra Sevilla. Aquellos escombros dejaron paso a la ciudad del 92, sí, pero también se pudieron haber conservado muchas pequeñas construcciones que formaron parte de aquella pintura, pero que los políticos las consideran componente del denominado "mobiliario urbano".

Abajo, perspectiva del kiosko-cantina, ubicado mucho después de la edificación de la Estación de la línea MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante), perteneció a aquel paisaje que se mantuvo prácticamente incólume desde fines de la década de los 40, cuando se inició la construcción de la "corta" de Chapina. Anis, coñac, café...mañanas solitarias. Abajo, la cantina, marcada en rojo, perteneciente a una imagen de los años 70. Como pueden apreciar, el kiosko se construyó con trazas regionalistas, respetando el estilo de la Estación.

Una perspectiva siguiente, en esta ocasión cenital, nos ofrece dos puntos distintos: en primer lugar el kiosko visualizado mediante una fotografía aérea del Servicio Fotogramático de la Junta de Andalucía, tomada en marzo del año 1985, cuando aún existían las antiguas estructuras. En segundo término, una vista similar extraída del Google Maps en la que simulamos a través de un rectángulo en rojo donde se ubicaba. aquella construcción. Estaba claro que la pequeña cantina ocupaba un espacio suficientemente estratégico como para bloquear la nueva avenida de Torneo que se estaba proyectando para la ampliación de la Ciudad y los accesos a la Exposición de 1992.


Por último, otra vista de la desaparecida cantina de la Estación MZA. Esta vez la imagen ha sido extraída de la ampliación de una postal original de la RENFE, del año 1978.  Especialmente dedicada para aquellos que se imaginan a una Ciudad todavía en sepia, cuando la siguiente fotografía es a color.  La impronta parece ser que fue tomada desde una azotea cercana de la calle Marqués de Paradas. Más abajo, la postal completa, obviamente, sin Mac Donald´s y demás bares o restaurantes, pero también sin gorrillas y demás ingente presencia de delincuentes.

Pero aún queda por exponer algo más. Como en Sevilla solía haber muchísimos puestecillos (ya hemos hablado de una parte de ellos en el primer reportaje sobre los kioskos antiguos -concretamente  los de la Alameda de Hércules-), en este lugar sabemos que hubo cuando menos otro más, de aquellos a rayas verdes y blancas, muy del gusto andaluz; aquellas casetas que poco a poco  fueron extinguiéndose en su grandísima mayoría y que el Ayuntamiento, con esto de que es mobiliario urbano (igual que le pasó al kiosko-cantina que hemos visto), los hizo desaparecer de su ubicación. Por lo visto, en 1979 o 1980 fue despojado de su ubicación. ¿Habrá todavía quién lo recuerde? Ahí estuvo, justo donde acaba la calle Trastamara, antes de llegar a "La Casa del Labrador", delante de lo que antes fue una peluquería y hoy en día una tienda de calzados Pasarela ¿cerrada ya? no sé, porque a este paso...







lunes, 5 de marzo de 2012

CONVENTO DE LA ASUNCIÓN, DERRIBO POR ACCIÓN Y OMISIÓN

Las décadas de los 50, 60 y 70 fueron prolíficas en lo referente al derribo de edificios históricos de la ciudad. Aquellos años, junto al período del siglo XIX, con los "ensanches" y  la "Gloriosa" de 1868, fueron los peores momentos para el urbanismo sevillano: murallas, puertas, palacios, casas señoriales, y un largo etcétera de construcciones arquitectónicas, muchas de ellas auténticas joyas, desaparecieron dejando a Sevilla sensíblemente mutilada en su patrimonio etnográfico. Por todo ello, sevilladesaparecida , dentro de sus márgenes, propone recordar aquello que fue y que nunca debió dejar de ser.

En esta ocasión, dentro de un entorno muy del Romanticismo sevillano como es la Plaza del Museo, hablaremos de uno de los edificios demolidos en el decenio de 1960, como fue el Convento de la Asunción de Nuestra Señora (mercedarias calzadas), lugar que durante siglos perteneció a la estética romanticista de un enclave que, pese a que aún conserva cierto sabor, desde la Puerta Real hasta el Duque no se parece casi en nada a lo que fue.


Dª María Zapata de la Fuente y Martel, viuda de D. Luis Manrique de Almonte, junto a las hermanas Jerónima de Aguilar y Teresa Rojas, fundaron el Convento de la Asunción bajo la obediencia del  provincial de los mercedarios sevillanos fray Luis de Peñaranda.

Se les otorgó la escritura el 24 de abril de 1567, que incluía el espacio donde se edificaría tanto el convento como la iglesia del mismo. Este lugar, formado por un núcleo de casas, abarcaba parte de la calle de las Armas (Alfonso XII), Abad Gordillo y San Vicente.

La iglesia y la escalera principal se proyectaron a partir de 1612 mediante trazas encargadas nada menos que al insigne Juan de Oviedo y de la Bandera, a la sazón entonces Maestro Mayor de la ciudad. En 1615, las obras fueron adjudicadas al maestro albañil Juan de los Reyes.

Juan de Oviedo (1565-1625), exponente de la arquitectura sevillana en la transición del XVI al XVII, fue además  un magnífico escultor y retablista. En el campo de la construcción religiosa, además del Convento de la Asunción, se le debe el Convento e Iglesia de la Merced ,  Convento de la Encarnación de Belén (demolida en 1881), Iglesia del Convento de San Benito, Portada del Convento de Madre de Dios, Portada de la Iglesia de Santa María de Jesús, donde interviene también como escultor.y retablista, etc. Según Francisco Pacheco, Oviedo participó en el templo conventual de San Leandro. Su obra artística es extensísima, llegando incluso a colaborar junto a Martínez Montañés y otros artistas en la creación del Túmulo de Felipe II.

En 1625, Oviedo falleció en Salvador de Bahía, Brasil, durante una batalla, realizando funciones de ingeniero militar.

La planta del templo de la Asunción era de cajón, es decir, rectangular, de una sóla nave, con coro alto y bajo a los piés; tres tramos, receptáculos para los retablos laterales y cubierta con bóvedas y lunetos separados con fajones. La cabecera estaba cubierta por una cúpula de media naranja, separada de la nave por un amplio arco toral. Las características de la nave eran muy similares al de San Leandro.

En la primera mitad del siglo XVIII se realizaron restauraciones diversas en el Convento, debido al estado de antiguedad de las casas sobre las que se asentó la fábrica.

En 1868 el Convento fue suprimido por la Junta Revolucionaria marchando las religiosas al Convento del Socorro de las franciscanas concepcionistas que aún existe en la calle Bustos Tavera. Sin embargo, en el acta de incautación figuraba "la falta de efigies en los altares laterales y la falta del frontal del altar mayor, así como los coros también desalojados. El portero del Convento, D. José Gallego Millán afirmó entonces que la abadesa autorizó a una cuadrilla de operarios llevarse aquel material artístico, del que afortunadamente aún se conserva lo más florido, como por ejemplo el retablo mayor, empezado por Luis de Figueroa en 1630, ahora en el Colegio de Santo Tomás (C/ San Vicente), o un magnífico azulejo de la Asunción (ha.1600) ahora en el Museo de Bellas Artes:


En 1871 las monjas solicitan la devolución de la iglesia y del convento. Las negociaciones son infructuosas por lo que las religiosas comienzan a pedir en pueblos y parroquias , retablos procedentes del convento  que estaban diseminados, concediéndolos en depósito la autoridad eclesiástica. Como mencionamos antes, muchos objetos fueron recuperados, otros no.

Las monjas tampoco recibieron indemnización alguna, por estar ya vendido el Convento, hasta que en 1895 permanecen en la Comunidad de Santiago de la Espada, habiendo recuperado con el paso del tiempo diversos objetos perdidos.

El Convento de la Asunción no volvería a recuperar su antiguo esplendor. Poco después de la "Gloriosa" se convirtió en un club republicano. A principios del siglo XX  la iglesia fue utilizada como almacén de maderas (no hay palabras para ello) y parte de ella fue adquirida por la Iglesia Española Reformada Episcopal, existiendo junto a ella la Iglesia Anglicana de San Jorge. Abajo, el edificio, tal vez de una fotografía tomada a finales de los años 50. Su aspecto exterior junto al de otras construcciones similares conferían a la Plaza del Museo un aspecto rancio, señorial y sosegado que hace muchos años que si no perdió del todo, modificó..

En la siguiente imagen, interior de la iglesia, convertido en un depósito de madera. La imagen habla por sí sóla. El Convento de la Asunción fue un ejemplo más de aquellos crímenes urbanísticos y artísticos que jamás debieron suceder. En su lugar se levantó un bloque de lujosos y amplios pisos, igual pudieron ser nuevos almacenes. Era la "moda" de la época.






 

viernes, 2 de marzo de 2012

Aquellos kioskos de antes (I): la Alameda

LOS KIOSKOS DE ANTES ( I ): LA ALAMEDA DE HÉRCULES

Cuando salimos a la calle hacemos muchísimas cosas: paseamos, vamos en autobús, en el coche, tomamos algo en un bar, etc, etc. Y muchas veces, nos solemos fijar en aspectos determinados que, por una causa u otra, nos pueden llamar la atención: la fachada de un nuevo comercio que acaba de inaugurarse, el pórtico de una iglesia, un vehículo mal aparcado, la lista de precios del letrero de un bar... y, entre miles y miles de cosas, porque no decirlo también, en nuestros semejantes. Sin embargo, la vida pasa o viceversa, como dijo aquella popular sevillana: "pasa la vida, pasan los años", pero casi nunca nos hemos detenido a observar ese tipo de establecimiento pequeño, normalmente de planta cuadrada y de altura rectangular; un sitio donde compramos el períodico, revistas, y en ocasiones fritos de paquete, frutos secos caramelos, chicles...Hablamos del kiosko, ese pequeño habitáculo que normalmente pasa desapercibido, porque tal vez consideramos que su presencia es algo al uso y no ofrece un interés artístico que llame la atención. No obstante, el kiosko ha demostrado ser referencia obligatoria en la vida de las personas; sobre todo en el momento en que fuímos niños y adolescentes, cuando no sólamente adquiríamos chucherías, sino también otros artículos que con el transcurrir del tiempo y las modas, van cambiando.

Al intentar aproximarnos a décadas pasadas, nos vienen a la memoria aquellos quioscos verdosos o verdes y blancos (muy al gusto andaluz) o también metalizados que predominaron entonces en nuestra ciudad, aquel "pueblo grande" al que en el corto espacio de poco más de veinte años lo convirtieron en una metrópoli donde salvo la mayoría de los puntos considerados patrimoniales, lo demás continúa un meteórico proceso de transformación y desaparición. Los kioscos tampoco han faltado a esta cita eliminatoria.

En 1997, el Ayuntamiento, en un enésimo intento de uniformizar el tamaño y estilo de los quioscos favoreció a los propietarios con un nuevo tipo de instalación más funcional pero dotada de una impersonalidad extrema. En poco más de una década aquellos puestos que varias generaciones conocieron fueron dejando de existir. Pero ¿qué nos queda de aquello?

Hubo un tiempo en que los kioskos de nuestra infancia, padres o abuelos, fueron verdosos, o bien con detalles blancos, o verdes y blancos. Diseños y tamaños no se ajustaban a un sólo patrón; los había muy diferentes. Eso sí, en la década de los años 60 comenzaron a introducirse los metálicos reseñados antes, los cuasi únicos supervivientes de una época desaparecida.

La dificultad que presenta el hecho de revisar y catalogar la totalidad de lo antiguos quioscos que aún quedan de pié no es óbice para que cuando menos poco a poco vayamos incluyendo nuevos ejemplares que, poco a poco, a cuentagotas, aparecen a nuestra vista. Pero también continuamos recuperando imagenes de aquellos que desaparecieron. En este capítulo, dedicaremos el espacio a la Alameda de Hércules. Empecemos justamente en la acera del actual "Café Central". Ese quiosco, que debió ser precioso a juzgar por su diseño, estuvo junto a otros, de los que únicamente existe uno, en un perímetro de escasísimos metros. La imagen se remonta al año 1978:

Cerquísima a aquel kiosko se encontraba el puesto de ¿Maruja?, una señora metida en carnes muy amable y simpática que era conocida por los vecinos del lugar. En la actualidad, con otro propietario, es el único que se resiste a la eliminación. Aunque su ubicación actual parece haber cambiado un poco desde hace algún tiempo y  se ha pintado con ese color "turrón" que está de moda pero que tanto parece afear esa estética blanquecina sevillana. Abajo, en primer término, el kiosko en 1978; pero si se fijan con detenimiento -pese a su tamaño y la escasa calidad de la imagen -a su izquierda, aparece el pequeñito puesto de arriba, que hemos señalado con una flechita en negro. Más abajo, el lugar en la actualidad:




En el mismo entorno, cerquísima, antes de llegar a la entrada de la calle Relator, otro Kiosko. Creemos que estuvo siempre en el mismo lugar y, aunque se le incluyó alguna reforma pequeña, hasta el 2010 aún era visible al final de las columnas de los leones de la nueva Alameda de Hércules. Por allí estuvimos antes de que desapareciese y le hicimos un par de fotos bajo el permiso de su dueño, quien al parecer ahora ha sido trasladado a una nueva construcción de piedra que hace funciones kioskeras pero que ni por asomo aportan el sabor de las de antaño. Veamos las dos imagenes de la joyita hechas antes de su eliminación:




El Casino de los Ferroviarios, de 1900, afortunadamente se respetó. En un lateral del mismo, a su izquierda, se hallaba el puesto de Manuel, hombre de acento norteño que siempre recordaremos con su boina negra. Por mediación de la obra reseñada, en el lugar del kiosko de este hombre se hizo un garage y el establecimiento de Manuel pasó justo frente al Casino. Pues bien, este nuevo quiosco -al parecer antes era de madera-, pasó a ser metalizado, color plateado -una moda ya iniciada más o menos en los 60-. Hasta 2010 el kiosko se mantuvo en el mismo lugar hasta que su propietario pasó a llevar su nuevo puesto de piedra, de los actuales, hasta la fecha actual. Aún, en Google Maps podemos verlo, eso sí, adornado con su correspondiente graffitti (qué le vamos a hacer), aunque nosotros lo fotografiamos en su momento, por lo que se lo mostramos impoluto:


Por último, ya para finalizar el reportaje sobre los kioskos tradicionales, el puesto conocido como el de "la sorda". Aún podía verse hará poco más de una década. Situado en la esquina de una casa actualmente un solitario solar en vías de su edificación, ese quiosco fue el extremo de la Alameda, la frontera entre la entonces llamada calle Doctor Letamendi junto a Amor de Dios. De solitarias tardes en los años setenta, ochenta, paseando por la Alameda, mirando al viejo y pequeño kiosko, recordado aún por muchos debido a la tela asfáltica que ocupaba el techo por la parte frontal. Los tiempos aquellos....