Powered By Blogger

lunes, 31 de diciembre de 2012

SALVEMOS LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES DEL PRADO

HAY QUE SALVAR LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES DEL PRADO DE SAN SEBASTIÁN

Las noticias sobre el derribo de la Estación de autobuses de Cádiz se suceden y parecen estar de moda últimamente. La posibilidad que el edificio sea remodelado es contemplada por las autoridades, pero la forma de pensar de quienes hacemos esta página tampoco defiende un cambio drástico del lugar, que lo llegara a convertir en irreconocible. En el trasfondo, una oscura manta de intereses económicos (como siempre) parece cernirse sobre ese espacio. Ya hicieron lo mismo con el antiguo Equipo Quirúrgico.


El conjunto se sitúa extramuros, al sureste de la ciudad histórica, muy próximo a la antigua estación de ferrocarril de San Bernardo, frente a los jardines del Prado de San Sebastián y la antigua Fábrica de Tabacos. Podríamos entender su construcción como una implantación urbanística orientada de limitar el informe espacio de El Prado, aportándole una fachada reconocible como ya hicieran la Fábrica de Tabacos y la Plaza de España.

Una escena de la Estación, tal vez en los años de 1940. Fue el principal nexo de transporte para pasajeros entre Sevilla y Cádiz provincia y capital, en aquellos tiempos de la postguerra en nuestro país. Desde entonces hasta ahora, términos y hechos como el "estraperlo", los mostachones de Utrera, los viajes del equipo del Betis cuando estaba en Tercera División, las vacaciones en El Puerto de Santa María, en Sanlúcar, Cádiz, o los marineros que iban y venían para San Fernando, han pasado a la historia.

El emplazamiento de este conjunto responde originalmente a la proximidad a la estación de ferrocarril de San Bernardo, relación perdida en la actualidad al estar ésta en desuso. Esta vocación de nodo infraestructural del área se ha visto recientemente reforzada por la construcción, en el costado norte del edificio, de los nuevos andenes terminales del tranvía Metrocentro. A este hecho se suma la implantación de las paradas de autobús urbano y metropolitano frente a la fachada sur, y la localización próxima de la parada de la línea 1 del Metro en el Prado de San Sebastián.

Con el barrio de San Bernardo a su espalda y ocupando una parcela de 170 metros de largo por 70 de ancho, la presencia que el edificio debía tener por su relevancia infraestructural quedó reducida por la construcción en 1968 del Palacio de Justicia sobre la plaza de San Sebastián, que se abría frente su fachada oeste y servía de espacio público de ingreso para los viajeros. De igual manera, la mencionada construcción de las cocheras del tranvía en el lado norte de la estación ha modificado en gran medida la relación del edificio con el entorno, poniendo en cuestión la ya poco conseguida relación visual con la estación de ferrocarril de San Bernardo.

En las décadas de los 50 y parte de los 60, la Estación se hallaba más abierta y el Prado también estaba menos cerrado. Abajo, una escena cotidiana de viajeros al lado de las viviendas añadidas:


Se trata de un gran conjunto que a la función infraestructural suma un uso residencial en cinco bloques de viviendas de cinco plantas de altura. Estos bloques de viviendas se alzan como volúmenes perfectamente distinguibles sobre la planta baja, que hace las veces de zócalo en el que se alojan los usos públicos del conjunto: el programa administrativo de la estación en el extremo oeste, más locales comerciales localizados en las esquinas noroeste y suroeste de la parcela, y en la fachada sur, en su punto medio y en su extremo oriental.

El edificio se encuentra en buen estado estructural, tanto los bloques residenciales como la marquesina y la pasarela. Actualmente se están realizando obras de reparación y adecentamiento en fachadas e interiores de viviendas. El estado de mantenimiento de las dependencias de la estación no es bueno, pero aún conservan un sabor evocador.


En los últimos años, el entorno en el que se sitúa el conjunto ha sufrido cambios ligados principalmente al diseño de los nuevos sistemas de transporte público de la ciudad. En el entorno está prevista la construcción del nuevo edificio para la sede de la Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía del arquitecto Antonio González Cordón y la consolidación del uso residencial en el solar que linda con las cocheras, con una residencia para jóvenes y ancianos, proyecto del arquitecto Alberto Nicolau, pero ya se verá.

Para el recuerdo sirvan las dos primeras imágenes de 1982 del antiguo reloj que se hallaba en el pasillo central. Desde 1948 hasta 1966 se colocó uno, propiedad de Manuel Iruela; a partir de ese último año fue sustituído por un Royce, que nos consta que por lo menos a principios de los 80 aún estaba en su lugar. Posteriormente se volvió a colgar el reloj primitivo, que es el que luce en la actualidad. Pero ¿dónde está el reló Royce?






A nivel social, el programa de construcción de estaciones para el nuevo transporte en autocar constituyó un verdadero salto cualitativo en la arquitectura de la ciudad. En Andalucía, es a partir de la década de los años 30 cuando este fenómeno, ya implantado con anterioridad en Europa, adquiere especial relevancia. En Sevilla, la estación ha ofrecido el punto tradicional de conexión de transporte público rodado con la ciudad de Cádiz. El uso continuado de la instalación ha contribuido a su asimilación como parte fundamental de la identidad del barrio y de la ciudad.

Los valores históricos del edificio son evidentes, sobre todo por tratarse de una infraestructura plenamente moderna construida a caballo entre la posguerra y los años más difíciles de la autarquía. La estación de autobuses del Prado de San Sebastián fue una de las primeras iniciadas en la posguerra a nivel nacional. La apuesta por la reactivación económica del país por parte de la recién instaurada dictadura se concretaba en edificios ejemplares como el de la estación, que conjugaba intencionadamente la escala monumental de la estación con el propósito de reconstrucción social en base a la promoción pública de viviendas.

Ya veremos que sucede; pero, desde luego, el caso de la Estación de Cádiz puede ser otro ejemplo más de como acabar con lo tradicional gracias a unos señores en cuyo tablero de ajedrez les va la necesidad, tal vez innecesaria para muchos de nosotros, de renovarse o morir.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

LA HUERTA DE HERNANDO COLÓN Y EL ZAPOTE SEVILLANO

El arrabal de Sevilla conocido como de los Humeros, hallado en extramuros y localizado cerca de la musulmana Puerta de Goles ( posteriormente Puerta Real ), en principio fue una zona fértil aprovechada para las huertas (debido a la cercanía del río), que en el siglo XIII, el rey Alfonso X entregó como propiedad principal al judío don Zulema y al caballero Alfonso García. Tras fallecer ambos, el lugar pasó a manos de la Catedral y fue quedando como destino de las basuras e inmundicias depositadas por los vecinos de la zona. El enorme adarve quedaría ubicado donde está el Patio de San Laureano. En 1455 sobre la altura formada por el muladar se instaló un molino de trigo.

El 27 de abril de 1526, el hijo del descubridor de América, Hernando Colón, se hizo con la propiedad huerto-muladar, comprándosela a la Iglesia de San Miguel. El paisaje era precioso: Pasando el río, la Cartuja de las Cuevas y la relativa cercanía del tránsito de los barcos; a un lado y casi a espaldas de la hacienda, la Puerta de Goles. La altura del muladar, que poco a poco fue transformándose en otero, sirvió de defensa ante las crecidas del río que por aquel entonces solían anegar la zona.

Hernando Colón ( 1487-1539 ), segundo hijo de Cristóbal Colón, fue en su tiempo un célebre cosmógrafo y bibliófilo, que llegó a reunir en su casa de los humeros una de las mayores bibliotecas del mundo del Renacimiento. Lo principal de su legado se halla en la Catedral de Sevilla, donde también descansan sus restos. En vida, llegó a realizar algunos viajes a América, y es de suponer que en Sevilla deseaba seguir manteniendo el contacto con la naturaleza, a modo similar del hombre renacentista. Desde su atalaya de la Puerta de Goles, Colón apreciaba un hermoso paisaje sevillano, en extramuros, apartado del bullicio que de murallas para adentro se originaba, así como de las calles cerradas de una Sevilla que conservaba aún parte de su estructura mediavalizante e  islámica.


El dibujo de 1585 nos acerca bajo una primitiva perspectiva de altura lateral, hacia donde se encontraban las casas y huerta de Colón mas la Puerta de Goles (llamada oficialmente Real desde el paso por ella de Felipe II, en 1570). "Vista de Sevilla", Anónimo. A. Bambrilla. Grabado:



Por razones de espacio y selección, preferimos no tratar sobre la planimetría y demás datos acerca de la casa de Hernando Colón, así como tampoco extendernos en profundidad en las sucesivas transformaciones del sitio. A la muerte del descendiente del descubridor, sabemos que el edificio junto con la huerta fue heredado por su sobrino Luis. Pronto, el lugar fue embargado y subastado públicamente, para que en 1563 pasara a manos de Antonio Farfán y posteriormente al ollero Tomás Perazo, quien tuvo que compartir propiedad con la Hermandad del Santo Entierro, quien la embargó definitivamente en 1672 (salvo la huerta), aunque antes el lugar fue también compartido con la Orden de la Merced, resultando finalmente la construcción del Colegio de San Laureano, nombre éste que ha quedado vigente hasta nuestros días. En parte de la huerta se establecieron fosas de enterramiento ante la epidemia de peste que asoló la ciudad en 1649. Entre 1750-61, en la antigua ollería de Perazo, se estableció y construyó la capilla de Nuestra Señora del Rosario, imagen que vemos abajo:

El Colegio de San Laureano desapareció por causa, primero, de la reducción de religiosos en 1766; luego, en 1810, el Mariscal Soult expolió sus enseres, al igual que los de la Merced y del Santo Entierro. El edificio sufrió daños de consideración. Los mercedarios regresaron en 1814, pero un incendio puso fin a sus proyectos hasta que la desamortización en 1836 puso fin a la propiedad de aquellos. Posteriormente realizó funciones de presidio correccional, luego, guarnición y almacén de provisiones. Para esto último lo destinó el general Lara. Pero las huertas seguían allí. La imagen que vemos a continuación es del Patio de San Laureano ( del que hablaremos con más profundidad en otro dossier ) visto a la altura de Marqués de Paradas en los años 80 del siglo pasado:


De google maps hemos extraido una vista aproximada de lo que pudieron ser los principales lugares que estamos tratando en este espacio:


En 1855 comenzaron las obras ferroviarias, lo que conllevó a la demolición de las murallas y puertas, que estorbaban en la aplicación de los ensanches. A la colocación del elevado muro ferroviario le siguió un paseo, una ronda, cuyo proyecto comenzó a aplicarse en 1863. La huerta baja de Colón, que tras la desamortización pasó en 1845 a la propiedad particular de Concepción Herrera, fue vendida finalmente a la Sociedad Pickman y Cía, pero los proyectos del ayuntamiento consistentes en la nueva alineación de Torneo obligaron al nuevo propietario a edificar sopena perderlos, cosa que no llegó a hacer. En 1868 la sociedad de Pickman se disuelve, pasando los terrenos de la huerta a su hermana Enriqueta, quien tampoco edificó, dejando en abandono la zona alrededor de veinte años. En aquellas fechas, las calles Baños y Rosal (hoy Castillo Lastrucci) ya se habían abierto a una Torneo sin murallas, quedando la huerta más seccionada:

Henry Harrisse, bibliófilo y americanista, visitó Sevilla en 1871 para preparar su ensayo sobre Hernando Colón. En aquellos días, Henry visitó los restos de las casas y de la huerta que aún quedaban, entre ellos, un solitario zapote, último vestigio vivo de lo que fue aquella propiedad, traído de América y plantado por Colón hacía más de tres siglos. El francés escribió lo siguiente:

" Solo queda de aquella huerta celebrada por tantos escritores del siglo XVI, hoy 24 de Mayo de 1871. un árbol exótico, un zapote hermosísimo. Que dentro de algunos meses, mañana quizá caerá herido por el hacha destructora. Y la ciudad de Sevilla, indiferente al recuerdo de aquellos ciudadanos que mas honra le dieron, verá desaparecer, sin lijar en ello su atencion, ese postrer vestijio de una época en que las letras y las virtudes cívicas llorecieron y lueron honradas en Andalucia. y verá caer sin sentimiento de pena aquel testigo de los jenerosas esfuerzos de un hombre que, segun el dado caballero. Pero Mexia 'debe ser alabado, y merece que los que en esta ciudad vivimos roguemos á Dios por su ánima, la cual segun rué su vida tan virtuosamente gastada, en lelras y en honestos exercicios, y su tan christiana y buena muerte, yo creo cierto Que está en la gloria de Jesuchristo ".

Pronto, los círculos intelectuales locales comenzaron a hacerse eco del contenido de aquellas palabras. Joaquín Guichot, en 1873, contemplaba la posibilidad de "adquirir el Zapote de Colon, y algunos pies de terreno para rodearlo de una verja, y dotar á Sevilla de un monumento, si sencillo en apariencia, de muy subido precio é inestimable valor".

La opinión de Guichot fue ganando forma y adeptos. De hecho, la nomenclatura y la planimetría sevillana también se hizo eco de ese pensamiento, de esa corriente que parecía ir cogiendo cada vez más cuerpo: el plano del Ejército de 1884 reconoce al árbol como topónimo, mientras que el mapa de A. Padura y M. de la Vega Campuzano, de 1891, incluso llega a dibujarlo:

La cercanía del IV Centenario del  Descubrimiento de América, amplió las posibilidades para salvaguardar la vida del zapote: Joaquín Guichot lo incluyó en una publicación del ayuntamiento dedicada a la memoria de Colón. También, el concejal Imaz expuso una moción que, de resultar aprobada, habría zanjado definitivamente el asunto del centenario árbol:

" Propongo, pues, como continuación O prolongación del programa proyectado por este municipio para solemnizar el próximo centenario:

  1 - Que el Municipio adquiera la parte de solar que aun queda en los Humeros de las huertas y casas de Colón donde aun existe el famoso árbol.

  2 - Que una vez adquirido y rodeado de verja haga el Municipio en él un Jardín en cuya entrada coloque una ínscripcion conmemorativa.

  3 - Que en su recinto levante una estatua á la memoria de D. Fernando Colon, bienhechor de Sevilla. al que tanto le debe esta ciudad. Que atesora su magnífica biblioteca Colombina.

  4 - Que en el centro del jardín se construya un pabellon de hierro y cristal
dedicándolo a Museo Arqueológico Hispalense.

  5 - Que á su inauguracion Que deberá ser solemne con la asistencia de los dos Cabildos y autoridades civiles y militares. se invite al Gobierno para que concurra una representacion suya.

  6 - Que se inaugure el local con una exposicion de arte retrospectivo y un concurso literario."

Lamentablemente, para tristeza de los amantes de las riquezas históricas de nuestra ciudad, aquellas propuestas no figuraron más allá de la emoción que significaba la efervescencia del IV Cententario. Pese a que se aprobó una especie de anteproyecto para la salvación del árbol, las turbias dejadeces administrativas se unieron al paso del tiempo y con él la posibilidad de avanzar positivamente.

Abajo, Joaquín Guichot (1820-1906), cronista, escritor, periodista, historiador y, por supuesto, intelectual de aquella época, se fotografía junto al zapote que aún permanecía en los restos de la huerta de Hdo. Colón:

La nueva heredera de los Pickman, hija de Enriqueta y llamada también con su mismo nombre, decidió urbanizar y edificar la manzana heredada, donde se incluía el zapote. Sin embargo, sus movimientos desecharon el árbol y se centraron en las casas más pegadas a la calle Goles.

En 1896, los nuevos propietarios, los industriales Enrique Balbontín y Juan José de Orta decidieron construir suelo industrial ( una fundición ) en la manzana, aunque aún no poseían las escasas casas que daban a Torneo ni tampoco el zapote. En cambio, separaron la zona urbanizable que daba a Goles del paquete donde estaba el árbol, creando una vía provisional más o menos paralela a Goles. Abajo vemos la manzana dividida en dos partes.

El hecho de la creación de una nueva calle puso en guardia a los defensores del árbol, quienes se temieron lo peor. El alcalde, el Marqués de Paradas, recibió informes de diversos estamentos, como el del Museo Arqueológico, en los que se dictaminaba la necesidad de conservar el zapote. No obstante, el arquitecto José Sáenz López daba luz verde en su informe para que se pudiera comprar el terreno donde se encontraba el árbol, pero siempre y cuando se conservara de alguna manera, tal vez cercándolo.

En 1897, Balbontín y Orta adquieren el terreno citado y paralelamente realizan nuevas construcciones en la manzana, destacando el principal edificio del complejo de la fundición que daba a la calle Goles. Poco después, en 1902, compran las casas viejas que daban a Torneo para demolirlas. El único sector que permanecía libre era el occidental, donde se encontraba el árbol. El Ayuntamiento, justo es decirlo, realizó una oferta por dicho paquete, pero la empresa del hierro les contestó con una contraoferta por aquel suelo muy elevada en relación a lo que estaba dispuesto a pagar el consistorio.

En 1903, la empresa de Balbontín envió a unos trabajadores una noche y derribaron el histórico zapote, uno de los escasísimos supervivientes en la ciudad testigo de la Sevilla del esplendor Colonial e Imperial.

Creemos que la eliminación de determinados árboles y plantas, que bien por su tradición o importancia histórica, artística, e inclusive sentimental del acervo local, se han convertido en parte integrante de la ciudad, también podría ser considerado un atentado urbanístico. Esta vez hemos hablado del zapote, pero también tenemos casos recientes como algunos árboles de la Alameda de Hércules, derribados en la última actualización de dicho bulevar; o, por qué no, las históricas huertas aplastadas bajo la piqueta, asunto este último que puede unirse a invitarnos a la reflexión de aquello que debemos proteger, cuidar y conservar de nuestra ciudad.









lunes, 24 de diciembre de 2012

FÚTBOL DESAPARECIDO: EL NACIONAL FOOT BALL-CLUB

FÚTBOL DESAPARECIDO: EL NACIONAL FOOTBALL-CLUB

La Historia del fútbol sevillano dejó en el tiempo numerosos clubes y equipos que desaparecieron. Concretamente, en los primeros años del balompié hispalense llegaron a existir entidades que tuvieron cierta importancia en su momento. En este caso dedicamos un espacio al Nacional FC, una entidad cuya existencia y corta trayectoria se presentan oscuras y muy poco conocidas.

Los datos parecen acercarse a 1918 o1919 como las fechas de la fundación del club nacionalista. A partir de entonces, entre los limitados espacios dedicados por la prensa al fútbol, es cuando tenemos noticias del Nacional FC. Por supuesto, tampoco parece haber muchas imagenes de aquel equipo, cuyo uniforme era de camisa blanca y pantalón azul marino y cuyo local social estaba establecido en la calle Alhóndiga número 48.

Sabemos que el Nacional disputó diversos campeonatos de Andalucía, en compañía de clubes como el Recreativo de Huelva, el Español Foot-Ball Club de Cádiz, el Sevilla Foot-Ball Club y el Real Betis Balompié. En concreto, su primera participación en el Campeonato fue en 1920-21, pero la falta de terreno de juego propició la retirada del conjunto albiazul. 

El 1 mayo de 1922, el Nacional FC inauguró su nuevo Campo de fútbol ante el Sevilla FC, quien se impuso por 2 goles a 3. Aquel recinto se hallaba, según la prensa, "....en la barriada del Marqués de Nervión, al final de la calle que lleva este nombre, a la izquierda. Coge usted el tranvía en la Puerta de Carmona o en la de Osario, y por una perra chica lo dejan en la misma esquina de la calle...". Según las fotografías de la época, creemos tal vez haber localizado el campo del Nacional, que nos ha parecido señalar en la imagen de abajo, en la que en primer término observamos la antigua plaza de toros (3), señalado con el 2, ¿ el campo de fútbol ?, y con el 1 la Gran Plaza:


De la Fototeca Municipal extraemos otra vista, en esta ocasión más ampliada, de lo que pudo ser el Campo del Nacional FC. Por la imagen, es de suponer que aunque estaba vallado, carecía de gradas, algo muy típico de la mayoría de los recintos de foot-ball sevillanos de aquellos primeros años de la década de 1920:



El Nacional fue un conjunto del que llegaron a nutrirse los dos primeros equipos sevillanos, aunque más que nada el Betis, quien incorporó a hombres como Estévez, Carrasco, Álvarez, Saldaña, Gildós o el portero Avilés: este último llegó a pertenecer tanto a béticos como a sevillistas. En la imagen de abajo, carnet de jugador del guardameta Avilés, con el correspondiente sello de la Federación Sur de Foot-Ball:

Una de las escasas imágenes del Nacional FC es la que mostramos a continuación. En concreto, pertenece a un partido amistoso celebrado en el mismo campo de este equipo, el 31 de mayo de 1922, ante el Real Betis Balompié, un homenaje para los repatriados de la Guerra de Marruecos. En la fotografía observamos a los dos combinados reunidos:

Sabemos que en 1926, el Nacional FC pasó a jugar en el Campeonato de Primera Categoría, Grupo B; no volviendo a participar jamás en el Campeonato de Andalucía. Sin embargo, en aquella última competición debió enfrentarse a equipos como el trianero Fabié, la Gimnástica de Triana, el Club Deportivo Príncipe, Industria FC, Iberia FC, o la también histórica Agrupación Deportiva Museo. Curiosamente, para aquel año 26, el Nacional se disponía a realizar obras de ampliación en su campo e incluía significados miembros directivos, entre los que se hallaban Manuel Blasco Garzón y Enrique Balbontín de Orta, ex-presidentes del Sevilla FC; mientras que el presidente oficial del club era Carmelo Navarro, ex-jugador nacionalista y bético


Izquierda del todo, Gil Gómez Bajuelo, y a su derecha, Manuel Blasco Garzón. Pese a que el Nacional FC contó con hombres tan destacados en el seno del club, al poco tiempo la entidad dejó de participar en las competiciones futbolísticas. Es de suponer que la economía tendría mucho que ver en ello.

Hasta aquí el primero de los bloques dedicados a los clubes del fútbol sevillano que desaparecieron, pero que contribuyeron al desarrollo y engrandecimiento de nuestro deporte rey desde hace casi cerca de un siglo






sábado, 22 de diciembre de 2012

AQUELLA CALLE ARJONA

Continuando con el repaso a las zonas aledañas al río Guadalquivir, dedicaremos este espacio a la calle Arjona, una arteria habitualmente de tránsito y de paso hacia el nudo de Triana-Reyes Católicos y Torneo, continuidad también del Paseo de Colón. Hablamos de un lugar que en esencia se mantiene a lo largo de la Historia de nuestra ciudad pero que sin embargo su fisonomía fue objeto de cambios radicales a partir de finales de los 80 y a principios de los 90, periódo en que la Exposición del 92 fue la causa principal de la desaparición de muchos espacios tradicionales por el que transcurrieron generaciones enteras.

La calle en cuestión fue configurada en los años de 1860 aprovechando una de las zonas extramuros de la ciudad que se hallaba entre las puertas de Triana y Real, en la Edad Media era conocida como Ribera, para denominarse en el Siglo de XIX  Plaza de Armas, Campo de Bailén, Campo de Paradas y Campo de Marte, debido a los desfiles y usos militares a los que se destinaba el lugar. Otras denominaciones fueron las de Perneo -por el mercado de cerdos que había- y Muladar -en algún lugar de la calle, debido a lo insaluble del sitio-. Si en la década de 1860 fue bautizada como Arjona, en los años siguientes volvió el baile de denominaciones hasta recuperar su nombre en 1880.

El espacio fue configurándose debido a los planes de ensanche aplicados debido a la llegada del ferrocarril, recogidos en los planos del arquitecto Balbino Marrón en 1859. La obra definitiva se ejecutó a partir de 1875: recitilínea y ancha, plasmada como un paseo que alineaba la actual Plaza de la Legión, por delante de la fábrica de Portillo y empalmaba con el comienzo de Reyes Católicos. En 1904 fue adoquinada.

Abajo: Extracto del Plano de Álvarez-Benavides de 1868, en el que la línea roja representaría una aproximación del espacio de Arjona. En la parte superior del tramo vemos la Fábrica de Gas y la Fundición de Hierro de Portilla, mientras que llegando al extremo inferior observamos el Almacén de Maderas del Rey, al que ya dedicamos un espacio en esta web.

En el paisaje de la Sevilla de los años 60, 70 u 80 del siglo pasado, la calle Arjona presentaba una actividad similar a la actual, con mucho tránsito e intensa actividad, marcada por la cercanía de la Estación de Plaza de Armas, la Estación de Autobuses Damas, Puente de Triana y Reyes Católicos; mientras que su caserío es posterior a los años cincuenta, al sustituirse los edificios fabriles en la acera de Chapina, conservándose la antigua Lonja de pescado del Barranco, construida en 1876. En el XIX, el Barranco era en los días navideños, según Luis Montoto: "feria de peros, castañas, nueces, turrones, cañas dulces y demás golosinas que alegran las Pascuas, amén de mercado de zambombas y panderetas con las que se acompañan las canciones de la Nochebuena".

Aspecto de la Lonja, actualmente. El lugar ha sido algo reformado y tras diversos usos parece da la impresión de permanecer cerrado:


Aspecto aéreo del Servicio Fotogramétrico de la Junta de Andalucía: un tramo de la calle Arjona en marzo de 1985. 1) Antigua Lonja del Barranco; 2) Pabellón Asociación Sevillana de Caridad, edificio de 1914 de Aníbal González; 3) Almacén de Maderas del Rey, de 1835, convertido en Estación de los coches Damas para Huelva; 4) Jardines de Chapina; 5) Kiosko de cristales.

Hasta aquí una visión de los elementos más notables de Arjona. Sin embargo, para el recuerdo quedan algunas construcciones como la que vemos abajo, cuya utilidad desconocemos pero que sabemos que hasta finales de los 70 o principios de los 80 se mantuvo intacta. Posteriormente hubo una plazoleta, que vemos en la anterior perspectiva cenital, al lado de la Lonja. La imagen de abajo es de 1978.

Entre el llamado por el Ayuntamiento "mobiliario urbano", término éste del que discrepamos, aún permanecen para algunos en el recuerdo los hermosos kioskos que se hallaban situados en la acera impar de la vía. El primero de los que vemos a continuación se ubicaba a la altura aproximada de lo que ahora es la Administración de Hacienda. Las obras de Arjona a principios de los 90 acabaron con él pese a las protestas que se pueden leer: "nos lo quieren quitar". Poco importaba la antiguedad del kiosko.


El segundo de los dos puestos se encontraba en la misma acera que el anterior, casi al frente de las cocheras de Damas. Creemos que podría ser el mismo que ahora está en una ubicación similar, pero muy reformado, de cristales. Ambas imagenes pertenecen al libro "Sevilla en la retina", de Joaquin Arbide.

A pesar de la desaparición de los kioskos tradicionales, la edificación en la zona que daba a su espalda con Chapina, la aparición del carril bici, el túnel, la masificación en la estación, el continuo cambio de negocios, etc; a veces, da la impresión que la calle Arjona aún conserva parte de su esencia, como la de un lugar en que un poquito de la frontera y lo perdido, lo solitario y lo marginal todavía se pueden encontrar.... si uno se lo propone.