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miércoles, 15 de julio de 2015

RÓTULOS y PLACAS DESAPARECIDAS DE LA ALAMEDA DE HÉRCULES

Así fueron y así son:  mudos testigos de la memoria de la Alameda de Hércules de Sevilla. Viejas inscripciones de piedra o de madera que, desapercibidas y silenciosas, sobrevivieron a terremotos, riadas, guerras, incendios y toda clase de avatares que sufrió la ciudad. Conocieron las historias de hechos alegres y también luctuosos; observaron el progreso de cofradías y procesiones, desfiles, tranvías o entierros; e incluso hasta reconocieron a personajes populares y anónimos, odiados y queridos, buenos y malos de la Sevilla de ayer y de siempre.

LA HISTORIA DE LA PLACA DE LA JABANILLA Y LOS  RÓTULOS DE LA ALAMEDA DE HÉRCULES DESAPARECIDOS


Echemos un vistazo a la panorámica del lugar en 1961, el lugar, antiguo número 4 de Potro. Una vieja casa de vecinos de dos plantas que aparece inmortalizada en la arriada tras la barca, décadas antes a su derribo. A la derecha según miramos, una accesoría con persiana de metal, donde trabajaba un zapatero llamado Antonio, mientras que el siguiente número, el 7, justo al lado, era la casa de Carlos Hill, lugar donde se alquilaban disfraces:


Aunque creemos que anterior a 1856 no debió haberse colocado aquel u otro rótulo, pues Balbino Marrón elaboró un proyecto que dio lugar a la calle Potro , rotulada en 1875. Pero lo cierto es que a principios de este siglo XXI se derribó esa casa junto al marbete* que rezaba "Alameda de Hércules", aunque aquel no fue el único que mencionaba el nombre del bulevar en este sitio, pues tenemos constancia de otro, que actualmente tampoco existe, que estuvo en un edificio muy retocado pero que antiguamente fue el Bar Los Majarones y que a finales de los 60-70 pasó a ser un taller de recauchutados, de lo que hablamos a continuación.

Abajo y a la izquierda, ampliamos la parte central de la fachada en una toma posterior, ya de a principios de los 80, en la vemos ampliado y con más nitidez el rótulo que se identificaba la Alameda de Hércules. A juzgar por la cercanía a mi domicilio y también por testimonios de vecinos del lugar, el marbete siempre fue el mismo y nunca fue repuesto o reparado por otro distinto. A la derecha, también ampliado el azulejo de " La Jabanilla ", que se hallaba en la parte inferior derecha del anterior:

Como objeto de valor histórico, no ofrece alguna duda el azulejo que no figura, atención, en el Plano de Olavide; eso sí, en el nomenclátor sí está. Pero el asunto se complica porque en realidad no se conoce el topónimo de esa palabra. Al respecto, Demetrio Mármol Plaza, vecino del lugar, comentaba que: " en aquel lugar existió una vieja taberna -anterior a la de los mencionados Majarones- que fue sitio de reunión de cubanos residentes o transehuntes en Sevilla, a la que llamaron por añoranza " La Habanilla ", de ahí en la evolución oral posterior el cambio de la h por la J. Sin embargo, otro acervo explica que " existió también otra taberna de reuniones políticas denominada " Abanilla ", sin hache ".  De esta forma, dos interpretaciones diferentes que no aclararon el origen.

Como antes decíamos, el rótulo de la " Alameda de Hércules ", así como la placa de " La Jabanilla " se conservaron hasta hace muy poquito. Ya no existen. En la siguiente imagen, tomada en 1985, el fallecido cantaor El Pali, parece señalar hacia el taller de automóviles, recordando a los Majarones, aunque tal vez sin advertir que placas ( hemos circulado dos ), siendo el del lado inferior izquiero el de esta investigación, y marbete* estaban allí como testigos del momento, dejándonos prueba de su existencia para artículos de investigación como el que publicamos:


En nuestros días, un bar al estilo moderno ocupa la parte baja de aquel edificio, donde no se ven por ninguna parte las placas:


El mismo edificio, en la parte que entra en la calle Barco, también tres placas de significado diferente: alturas alcanzadas por las aguas del Guadalquivir en diferentes arriadas en Sevilla. Ninguna de las tres sobreviven:

La de arriba menciona 1786, mientras que la de abajo está inscrita un siglo después. El azulejo del XVIII tal vez fue trasladado a la calle Santa Ana, esquina Alameda, justo en la antigua Sacristía; el segundo, desapareció y no nos consta se haya recolocado en algún otro lugar de la Alameda. Se marca, además, la línea de la altura del agua, posiblemente muy dispar en relación a otras zonas más o menos anegadas del bulevar alamedano, por lo que creemos que la primera placa no debió trasladarse. El tercero de ellos, que marcaba la altura del agua en 1961, tampoco se conserva en este lugar.


Pero en la esquina de Santa Ana, además de la placa mencionada del XVIII, también existe otra gemela al del mismo edificio de la calle Barco; en concreto marca la llegada del agua en la riada de 1961 como apuntamos. Vemos las dos láminas actualmente:


Precisamente, en la misma calle Santa Ana, justo arriba de la cerámica que vemos sobre estas líneas, existió un rótulo antiguo, de madera, sobre el que conocemos que a principios de los 80 del pasado siglo fue sustituido por otro de material alfarero, al estilo del actual. El marbete, quizá fue acometido por los operarios que trabajaban en la carpintería del mismo edificio que anteriormente fue la bodega de La Sacristía.

Las placas o los rótulos, al formar parte de un patrimonio cultural muy pequeño al que nunca se ha protegido ni por el que no se han preocupado. Señales calladas, testigos de la Historia de nuestra ciudad. Desde estas modestas líneas solicitamos su conservación y que nunca la dejadez o los malos propósitos no pasen por encima ni se impongan encima de estos reducidos compañeros de tránsito.

* Marbete: Como nombre masculino, pedazo de papel, cartulina u otro material parecido que se pega o sujeta sobre una cosa para indicar alguna información relacionada con ella, en especial su contenido o su destino.
 


viernes, 10 de julio de 2015

LA ALAMEDA DESAPARECIDA, CRÓNICAS ( 6 )

PERSPECTIVA SOCIAL DE LA ALAMEDA
DÉCADAS DE 1970-1980

Es la Alameda de Hércules una inagotable fuente, un interminable filón de historias, anécdotas, hechos...... Habiendo ejercido un protagonismo indiscutible en la llamada Sevilla de la Transición, en aquellos años 70 y 80 tan queridos y recordados en este espacio. Crónicas de un bulevar alamediano que parecen algunas de ellas quedar en el olvido; mientras que otras a veces se oyen entre algunos supervivientes autócnonos del lugar y alrededores, transmitidas de generación en generación por aquellos que las vivieron, las oyeron a su vez contadas por sus protagonistas o por otros que a la par, recibieron en sus oidos aquellas cosas que pasaron.

Colocándonos en situación, la década de los 70 nos enseñaba una Alameda repleta de un caserío principalmente decimonónico y de a principios del XX , en lo  referente a los flancos del bulevar, el cual mantenía su estética rectangular de siempre, pero fraccionado en tres vías transversales producto de la reforma de 1936-45, orientadas para esparcer el tráfico  y poder desembocar a calles como Relator, Peris Mencheta, Santa Ana, Niño Perdido, etc. Algunas de estas y otras calles, adyacentes y paralelas al rectángulo, formaban junto a la otra ala ( Leonor Dávalos ); un entresijo interno en el que dominaban edificios también construidos en lejanas décadas anteriores, la mayoría sin reformar y en estado de deterioro. A todo esto, se le unía el aspecto social en el que destacaban la prostitución y la inseguridad ( esto último acentuado desde principios de los 80 ). También, a raíz de la segunda mitad del decenio de 1970, aparecen las drogas duras . La situación social del lugar, poco antes de la llegada de los 90, llegó a presentar un escenario en el que, salvo la media mañana o el mediodía, el riesgo de robo a punta de navaja era un peligro casi constante. La prostitución anteriormente autóctona desaparecía progresivamente; el proxeneta, también otrora del lugar, iba dejando paso a tipos que, procedente de las barriadas periféricas, acudían con motocicletas a recoger a las prostitutas, aprovechando sin escrúpulos el intimidar y robar a cualquier viandante circunstancial o potencial cliente. La llegada de estos improvisados motoristas se vio favorecida por el crecimiento del motor en el mercado de segunda mano, unido a las nuevas leyes blandas, la continuación y aumento de la marginalidad en la periferia, así como la mencionada llegada de la droga.

Sección de la Alameda de Hércules en una perspectiva aérea de 1982. Señalamos algunas calles conflictivas como eran Leonor Dávalos (1), Joaquín Costa (2), Niño Perdido (3). El número 4 era la "boca del metro", cuyas obras se cerraron y quedaron paralizadas. Por supuesto, otras calles cercanas a Joaquín Costa fueron lugares muy peligrosos ( Cruz de la Tinaja, Juan Pérez Montalbán, Molinos, Niño Perdido...), sin olvidar el sector de la Plaza de la Europa. No obstante, la Alameda de entonces era prácticamente un todo inseguro.

Crónicas buenas y crónicas malas. Historias de otro tiempo....

LA LEYENDA NEGRA DE LA VAQUITA

En la calle Joaquín Costa número 20, se hallaba una de las muchas whisquerías de entonces: La Vaquita. El 18 de enero de 1973, un camionero, cliente quizás circunstancial del bar, dicen las fuentes de prensa que según testigos del local, forcejeó con alguna de las chicas que allí trabajaban, por lo que fue expulsado, prometiendo venganza contra quienes se encontraban allí dentro. En efecto. Posteriores opiniones cuentan que J.F.A.C. - iniciales del supuesto caminonero - fue a la gasolinera de Torneo y con una lata de combustible se encaminó de nuevo hacia el bar, cumpliendo aquellas siniestras palabras vengativas. Roció con gasolina el suelo, lanzando a continuación la latilla sobre una estufa de butano. Inmediatamente el fuego y la humareda inundaron el local. El encargado, J.O., reaccionó colaborando en sacar de las llamas y el humo a Rosario ( la mujer que vendía el tabaco ), así como a un par de clientes.

Mientras se desarrollaba el mortal episodio, ambulancias, policía y bomberos se encaminaban raúdamente mientras los vecinos de la calle y personas que paraban entonces en otros bares cercanos, contribuyendo éstos a sofocar el fuego con cubos de agua e intentar a su vez salvar alguna vida.

Cinco mujeres (la mayor parte de de ellas de nacionalidad o procedencia árabe ) y un hombre fueron los fallecidos: camareras y un cliente. Otros tres varones resultaron heridos, figurando uno de ellos como otro de los encargados de la whiskería. Por su parte, el autor del múltiple crimen terminó entregándose en la Comisaría.

De esta forma, a la izquierda, ABC nos mostraba el estado final de La Vaquita


Derecha: Escena tomada en 1978. Vemos un día cualquiera en la vida de La Alameda, con los proxenetas paseando en Niño Perdido y Joaquín Costa. Al fondo del todo, en la derecha observamos parte de lo que fue la nueva whiskería "La Vaquita -2" -con el letrero de cerveza "Águila dorada"-, que se trasladó al número 18 hasta 1981. Vemos un Seat 127 a la derecha de la calle, justo pegado a la entrada del desaparecido bar "Seire". Sabor añejo de unos tiempos que no volverán, pero que nos evocan a las páginas negras de la Alameda, en hechos sucedidos hace más de cuarenta años.

             EL ROBO DEL BUTRÓN EN EL BAR LOS ESCUDOS

En algunos reportajes anteriores sobre la Alameda, hemos hablado de la administración de quinielas Chispitas, establecimiento del que tenemos constancia de su existencia al menos desde principio de los 70; lugar que se convirtió en un sitio muy popular, pues fue una peña quinielística que proporcionó numeroso premios a lo largo de su dilatada existencia.

A la derecha del despacho aparecen las puertas del bar Los Escudos , el cual también fue víctima en aquella ocasión del robo que mencionamos. Bar y administración pertenecían a Antonio Luque, quien al llegar con su hijo la mañana del 14 de diciembre de 1984, encontró que desde la azotea de una casa colindante, deshabitada, penetraron al zagúan contiguo al bar, forzaron la cancela de su entrada y practicaron un agujero en el muro para pasar al interior. Afortunadamente, al ser de madrugada y no localizarse el interruptor de la luz, sin linternas y sólo mecheros, los ladrones produjeron mucho ruido en su trajín y sólo pudieron arramblar con parte de la recaudación de las quinielas, unas 40 mil pesetas de entonces, aunque los destrozos causados se elevaron a doscientas mil. Alertada por los vecinos, la policía hizo aparición, aunque los cacos ya habían huido.

Otro robo más en la zona. Como no podía ser de otra forma, la Alameda y sus aledaños eran el principal espejo para la inseguridad del Casco Antiguo de una Sevilla que había multiplicado por tres el número de robos en apenas once años, desde 1972.

    PREMIO DE LOTERÍA DE NAVIDAD PARA LA GENTE HUMILDE

En nuestra querida Alameda no todo fueron robos y crímenes. También existieron momentos de felicidad y de jolgorio dentro de aquel microcosmos. El exponente principal de la mejor noticia de todas las pensables fue que Sevilla, como en otras ocasiones, fue beneficiada con varios premios importantes de la Lotería Nacional navideña. Si en la deprimida entonces barriada de Torreblanca tocó un premio de 25 millones de las antiguas pesetas, gracias a un número adquirido en la Administración del Gato Negro, en la Alameda de Hércules, nada menos que una parte importante del 55.793, o sea, el Segundo Premio, fue a parar allí.  También una empresa ubicada en la Carretera de Su Eminencia fue beneficiada.  Una Lotería de Navidad en la que las niñas de San Ildefonso por primera vez hicieron su debut.

Las crónicas narran que un popular lotero conocido como " El Chino ", llevó la felicidad en forma de billetes que se tradujeron en 372 millones que cayeron en manos de parados, prostitutas, trabajadores y hasta propietarios de algunos locales del lugar. Aquella Alameda solitaria y taciturna fue por unos días un lugar en que la felicidad y el alboroto se hizo patente para todos los vecinos.

Sabemos que dos bares fueron afortunados con buenos pellizcos, como la Cervecería Otero, que se encontraba al principio de Joaquín Costa, esquina Barco ( casi diez millones ), o el bar Las Columnas ( que no es el local actual con su mismo nombre ), sino otro que estaba localizado cerca de la Plaza de la Mata. En la imagen de la izquierda, escena en la puerta de este último local.

La Alameda, aquel espacio autóctono y genuínamente sevillano; la de los chulos y prostitutas que allí vivían, la de los guardacoches, la de los prostíbulos, whisquerías, la freiduría la Isla, Las Maravillas reformada, Los Faroles, La Conga, las de las partidas ilegales de cartas en el Casino Ferroviario, Las Sirenas en ruina, los derribos vacíos, la de los kioskos de madera; aquella que sucedió a la del flamenco, los cines verano y las tertulias taurinas,  fue parte de la Sevilla de la Transición y, aunque para muchos para bien, hace años que murió, permaneciendo sólo en la memoria de los nostálgicos como el autor de estas líneas.