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jueves, 1 de septiembre de 2011

ARTÍCULO SOBRE EL CINE CANDELARIA

El recuerdo de los cines desaparecidos aún permanece latente en muchos sevillanos. Prueba de ello, es el precioso artículo que nos ha dedicado nuestro seguidor José Carlos Ortega Santiago, y que bajo estas líneas podemos leer. La sala Candelaria, según las fuentes revisadas, inició su vida en el verano de 1957. Situado en la zona de Juan XXIII, Amate, aquella terraza de verano fue durante muchos años junto al también desaparecido cine de invierno Maite, o el mismo Capitolio, una de las salas de proyecciones más hermosas de Sevilla.


"Hace treinta y cuatro años, concretamente el 28 de agosto de 1977 cerró para siempre sus puertas el Cine Candelaria, uno de los más grandes y hermosos cines de verano que han existido en Sevilla.
Se encontraba ocupando una pequeña parte de lo que en la actualidad es el Parque Amate, cerca del canódromo, también desaparecido.
El Cine Candelaria contaba con la competencia de otros dos cines estivales: el Acapulco Bahía y el Capitolio.

Era conocido popularmente como La Nevera (por ser muy fresquito) y La Mina (con un aforo de 4.000 sillas cuando se llenaba, por lo que era como para hacerse rico) .

Mis mejores recuerdos infantiles siempre irán ligados al Cine Candelaria y a las tapas de ensaladilla con gambas y alguna precoz cerveza que tomaba en los cercanos Hermanos Gómez; porque mi padre trabajó durante algunos años de portero en aquel cine, tanto en Preferencia como en General, llevando como compañera de fatigas a su inseparable sahariana, tan típica en la época.

Era un cine precioso, con fama en toda Sevilla y una programación muy cuidada y realizada por Antonio Vázquez, que también hacía de operador. Vázquez fue un amigo de mi familia, por lo que nos regalaba muchas carteleras. Sin embargo, el dueño era D. Francisco, un hombre mayor; mientras que recuerdo también a Felipe (el otro portero junto a mi padre).

Por su pantalla pasaron las mejores películas del Hollywood clásico, como Con él llegó el escándalo, 55 días en Pekín, La gran evasión y otras muchas. También las llamadas de chinos, que se pusieron muy de moda a principios de los 70, como El luchador manco o Furia del tigre amarillo. Y qué decir de los filmes del spaghetti-wester en tono humorístico, con la irrupción de la pareja Terence Hill-Bud Spencer, dando mamporros a diestro y siniestro.

El Cine Candelaria es un fiel exponente de una forma de vida que por desgracia ha desaparecido. Me da mucha pena que los niños de hoy en día no tengan la suerte de disfrutar de una película bajo las estrellas en un cine estival clásico, degustando su selecta nevería.

Tras cerrar el Candelaria, mi padre siguió trabajando de portero en el San Pablo Cinema, Terraza Florida, y, por último, en el Terraza Alcosa.

Hoy en día existen cines de verano, pero no son de corte tradicional: unos están en los distritos, aunque yo suelo ir a los Cines de la Diputación y del CICUS, pero obviamente no es lo mismo que antaño.

Tras finalizar estas breves líneas, animo a que los lectores que aún alberguen recuerdos de aquellos años, los redacten en lo posible y nos los comenten. Unos recuerdos inolvidables como los que pasé, el único paraíso del que nunca podremos ser expulsados".

José Carlos Ortega. 




viernes, 26 de agosto de 2011

¿ Qué fue del CINE ALFARERÍA de Triana ?


Si en estos momentos pudiera ser posible el viaje en el tiempo, uno de los lugares de visita obligados para los nostálgicos de la Sevilla desaparecida, sería sin duda alguna nuestro barrio de Triana. Si de por sí, el arrabal del otro lado de la ciudad abarca una historia que se pierde en las raíces del nacimiento de Serva la Bari,también podemos afirmar que Triana fue un importantísimo emplazamiento cinematográfico en el devenir de la historia del cine hispalense. Hubo un tiempo en que los cines de verano abundaban en el corazón trianero: el Gran Cinema de Triana, el Avenida, La Estrella, el Gran Vía por Los Remedios, San Jacinto, el San Gonzalo....sillas de enea, puestecillos de higos chumbos muy fresquitos, agua en los botijos....La entrada de la magnífica Terraza de verano Alfarería, que tenía las letras rojas oscuras entre la cal de las paredes, como recordando al Sánchez-Pizjuán de aquellos finales de los 50 y mediados de los 60.

La vida del cine Alfarería fue una historia bonita pero con un final triste. En un principio, podemos decir que la nueva sala comenzó a funcionar a partir de finales de los 40; ello nos lo constata gran trianero y bético Alfonso Jaramillo, quien sí recuerda que por aquel entonces y desde la década de 1930 funcionaba el Gran Cinema de Triana, el cual dejó de funcionar cuando el Alfarería comenzaba a dar sus primeros pasos, allá por 1949, año en que se organizó una velada en el local, en la que actuaron el cómico Guarino, el cantaor Flamenco El Sevillano y otros notables artistas.

En los años 50 el cine era amenizado por una orquesta llamada Tropical. Aunque también hubo actuaciones memorables, de peso, como las de las ilustres llaves del cante, Manuel Vallejo y Antonio Mairena, en 1954. En aquellos años también se celebraron festivales artísticos de primavera organizados por el Ministerio de Información y Turismo, exhibiéndose cantes y bailes populares andaluces.

El cine Alfarería continuó con sus veladas y la inclusión del flamenco. El 23 de agosto de 1961 se celebró una interesantísima actuación en la que hizo aparición el extraordinario cantaor utrerano Enrique Montoya y la también excelente cantaora Antoñita Moreno. Veamos el anuncio:


Durante el resto de los 60, 70 y mediados de los 80, el Alfarería se consolidó como un cine clásico en Triana y Sevilla. En 1969, a través de las Organizaciones Corona, fue nada menos que Antonio Molina la principal atracción en los cines Alfarería, Arrayán y Candelaria; sin olvidar también las actuaciones de Emilio el Moro y la Niña de Antequera. El tiempo pasaba, pero el Alfarería no olvidaba su espacio dedicado a las voces de nuestras raíces musicales.

Al parecer, en 1975 el Ayuntamiento expropió mediante indemnización el terreno del cine a su arrendatario, por lo que el local pasó a ser propiedad consistorial posteriormente. Desde 1978, pese a que la sala continuaba proyectando películas regularmente cada verano, la decisión del consistorio fue la de ubicar en la finca un mercado para Triana, el cual se consumó de manera provisional. Una lástima el estado en que se llegó a ver el terreno del cine. Hasta hace poco se conservaban las letras, pero ahora...¿y si se hubiera quedado todo como antes?


Arriba, entrada original del Cine Alfarería, formato de a finales de los años 70

















lunes, 22 de agosto de 2011

CASA MARCIANO: UNA TRADICIÓN QUE NO DEBIÓ DESAPARECER

Sin lugar a dudas una de las casas comerciales de alimentación más famosas en el Casco Antiguo de Sevilla, era Casa Marciano. Abarcando los números 4 y 6 de la calle Lineros, se fundó por Marciano Díaz en 1928 (nº4 de la vía), comprendiendo sólamente un local hasta que en 1938 se adquirió la zona de la derecha de la tienda (nº 6), que había sido anteriormente una quincalla.

Desde un primer momento, Marciano se convirtió en una de las tiendas de ultramarinos más prestigiosas del centro. Su exquisita calidad y variedad abarcaba conservas, legumbres, jamones, chacinería, aceitunas, quesos, licores, condimentos; todo ello, dentro de larguísimo elenco de productos de primera clase. En navidades el escaparate se rebosaba repleto de mazapanes, turrones, frutas escarchadas, etc; sin faltar las cintas navideñas de colores adornando las delicias a través del escaparate. También hay que mencionar telas diversas que se medían con un metro de madera en la misma puerta.

Abajo, una señora recoje un premio en metálico en Casa Marciano de la firma Garvey. Corría el año 1969 y la popularidad del comercio que nos referimos de la calle Lineros estaba por las nubes.


Además en Casa Marciano se supo valorar el sentido no sólo de la tradición, sino también de la antiguedad. A continuación veamos dos detalles curiosísimos: a través de dos recortes procedentes del diario ABC podemos observar en primer término la famosa "pata de jamón", de la que se decía pesaba dieciocho kilos y medio, y medía metro y ocho centímetros en su longitud. A su lado también se conservaba la fotografía de un cerdo del que se extrajo la pieza. En segundo lugar, más abajo, en el techo del establecimiento podíamos ver ejemplos conservados de los distintos sistemas de luces que alumbraron la tienda a lo largo de su existencia: lámpara de gas (centro), lámpara eléctrica (izquierda) y tubo fluorescente (pegado a la pared).



Como decíamos, Marciano mantuvo la tradición por encima de muchas cosas. El mostrador era de madera, en forma de Z y estaba cubierto por una tapa de mármol. A su alrededor se ubicaban sillas para que se sentaran los clientes, todo ello dentro de un cordial ambiente y de exquisito trato. Todo ésto suena muy lejano, comparandolo con los actuales y fríos negocios orientales. 

Fíjense si aquel establecimiento era tan tradicional, que la última reforma constó en 1932, cuando se revistió de mármol tanto la fachada como las jambas correspondientes al número 4 de Lineros. Las letras eran de latón: " Marciano,  Ultramarinos. Jamones serranos, embutidos, quesos y mantecas finas, coloniales, cafés"

Tras el fallecimiento de Marciano Díaz, su viuda, Ana Martínez Calderón, se hizo cargo del comercio, hasta que también dejó de existir. En 1991 se cerró definitivamente, tras más de sesenta años a sus espaldas, con los empleados más antiguos ya jubilados.

Finalizamos este espacio dedicado a Casa Marciano, exponiendo a continuación una imagen para la nostalgia y, por qué no, el cariño de muchos sevillanos. Es el número 4, la parte más antigua de aquellos ultramarinos de indiscutible sabor tradicional y sevillano (dedicada al igual que a todos los visitantes del blog, a mi amigo Carlos Ortega, que tantas veces me pidió una fotografía como ésta:







jueves, 18 de agosto de 2011

¿ Qué fue del CINE IDEAL de verano ?

Uno de los cines de verano más famosos de la Alameda y también de nuestra ciudad, fue el Ideal. Inclusive pudo ser el más antiguo de su clase, puesto que en 1922 se inauguró, concretamente un 27 de noviembre, junto a un espectáculo de varietés, boxeo femenino y banda de jazz. Al parecer, su primer propietario fue Aurelio García, quien a su vez poseía el almacén de coloniales "El Itsmo", en la calle Alcuceros, hoy en día Córdoba, cerca de la Plaza del Pan. Abajo, perspectiva más extensa del edificio donde se hallaba el cinema, lugar que albergó al antiguo noviciado de las Becas. El Ideal era un cine amplísimo, distribuido en General y Preferencia; siendo en esta última parte donde estaban las mesas en las que se cenaba lo que el público llevaba por cuenta propia, o bien lo que se compraba en el bar de la zona de atrás del cine. La General también era surtida por otro ambigú, en el que brillaba una bombilla roja colocada en la pared, a modo de exit.

Junto al Ideal otros cines estivales hicieron furor en la Alameda herculana, como fueron el España o el Villasol, situados éstos en el rectángulo del bulevar. Pero en los años 60 sólamente subsistió el Ideal desapareciendo los otros, quedando las noches de diversión y fiesta de forma mayoritaria para las clases sociales menos favorecidas, residentes en la zona y cercanías. En las décadas siguientes continuó la misma tónica. Películas de Bud Spencer & Terence Hill, Pajares y Esteso, Bruce Lee; los árboles de dentro, la salamanquesa en la pared, la selecta nevería, el anuncio de Cine Dis, los cortes de improviso y la gente protestando; el público aplaudiendo escenas. De aquello no quedó nada cuando en los años 90 se cerró, se remodeló y quedó como una parte de viviendas y residencia para curas de no sé de donde....


Abajo a la izquierda: exterior del Ideal, por el que también se podía entrar. En el ángulo comunicaba con la calle Becas, en concreto con el Colegio Cervantes, edificio del siglo XVI que ha sufrido diversas restauraciones. La imagen es de 1985.

Y ahora, una entrada de Preferencia del Cine Ideal. Lo que muchos pueden considerar una joya del coleccionismo o un simple recuerdo de aquellos tiempos. En este caso no aparece el formato en el que se especificaba la fecha con matasellos, por lo que este ticket pudiera pertenecer a los años 1980 - 1986.
Este reportaje está dedicado especialmente, aparte de a nuestros lectores, a Manolo Beltrán, Manuel García Ruiz, José Jesús García Ruiz, al Sile, Antonio Mondaka, Nieves, José Manuel, Luis el Cateto; toda la gente de la Alameda de aquellos tiempos, y a mis padres.




































































































































































































































































































miércoles, 17 de agosto de 2011

La Correduría, hacia la impersonalidad de lo transitorio (2)

Continuando las semblanzas acerca de la calle Correduría (antigua Doctor Letamendi), es obligatorio dedicar un espacio a un célebre y antiguo establecimiento sevillano que se hallaba justamente al principio de aquella vía: Las Siete Puertas. Fundado por el industrial hostelero Agapito Calvo Jiménez, el bar llegó a convertirse en uno de los más populares de la ciudad. Dentro del estigma alamedano, junto a la desaparecida "Casa Morillo", la "Sacristía", la tienda-bar "Los Majarones", del flamenco local, con sabor a la guitarra de "El Chico Melchor", las voces de  Antonia "La Gamba", el "Piripi", el Chocolate", o, por qué no, algún detalle del impresionante Manuel Vallejo. Saetas en sus balcones a la Hiniesta, a la Macarena...A veces, la military police hacía presencia con las porras en la mano para buscar a los descarriados reclutas de la Navy roteña que se encontraban en los reservados de alterne con las niñas de la Alameda.

Abajo vemos un recorte de publicidad sobre los helados que se vendían en Las Siete Puertas en 1944. Un bar retaurante de muchísima categoría. Eran otros tiempos.


Ya en los años 60 y 70, la Alameda quedó circunspecta al ambiente de la prostitución y las noches alegres de los prohibido, Las Siete Puertas figuró como un espacio importante en los tiempos en que "la Gilda" se pavoneaba por la Europa y el Joseliqui deambulaba un lado para otro.

Abajo, barra americana de Las Siete Puertas, una de las primeras de Sevilla. Según decían albergaba una cañera que llegó a tener más de 100 cañas.


A continuación imagen de Las Siete Puertas poco antes de su cierre, que acaeció tras la muerte de su propietario, Agapito Calvo, en 1981. En 1995 el local abrió bajo el nombre del Brujas, muy de ambiente universitario, porros y ambiente en madrugada. De todas formas aquellos tiempos nunca volvieron a ser lo que antes fueron. Más abajo, azulejo que se conservó durante muchísimos años insertado en la parte del local de Conde de Torrejón, en el que se mencionaba la llegada del agua en la riada de 1796.



En el próximo reportaje finalizaremos estos bloques sobre la Calle Correduría y sus desaparecidos establecimientos.






domingo, 14 de agosto de 2011

La Correduría, hacia la impersonalidad de lo transitorio ( 1 )

Una de las calles históricas de nuestra ciudad, importante vaso comunicante entre Feria y la dirección hacia Campana, es la calle Correduría. La historia del tramo es añeja, pues existen documentos que desde el siglo XV remontan su existencia y denominación popular; escrituras como las del maestro armero Gil Martínez, fechadas el 2 de marzo de 1416, en el que se hacía mención la donación de una de las casas de la vía al Convento de Santa Marta.

Algunos tratadistas sostienen que el nombre de Correduría se debió a que en ella abundaban las reuniones los corredores de Lonja, debido al comercio existente en la zona. Sin embargo, dicha palabra, al ser corrupción ligüística de "correería", bien pudo ser que existieran gremios relacionados con el cuero y la elaboración de correas, complemento muy usual en el hombre medieval y renacentista.

Abajo, extracción del plano de Olavide de 1771 en el que se aprecia el nombre de la calle Correduría:


En 1916, bajo la alcaldía de Manuel Hoyuela Gómez, la calle Correduría cambió de denominación. En el nomenclator pasó a llamarse Doctor Letamendi, a modo de homenaje hacia el gran médico español que durante años contribuyó a aumentar el prestigio de la medicina en nuestro país. Fallecido en 1897, el catalán José de Letamendi y Manjarres, no sólo fue Catedrático de Anatomía y patología, sino que también realizó una enorme labor en Barcelona durante la epidemia de cólera de 1854. Asimismo, se dedicó también a estudiar otros campos distintos, como fueron la literatura, la filosofía y la pintura. En la escena de abajo, imágenes de la publicación Mundo Gráfico, en las que una muchedumbre acudió a la ceremonia en la que Doctor Letamendi pasó a rebautizarse la calle Correduría, mediante la colocación de una placa:


Arriba, placa que aún subsiste como recuerdo a Letamendi y a la antigua denominación de la calle. La Facultad de Medicina, mediante aportes de los estudiantes, costeó la dedicatoria hecha en mármol. Se halla en el número 9 de la vía, pero tal y como se encuentra el estado de la casa habrá que ver el futuro que le espera a la placa:


En lo concerniente a la vida comercial de Correduría, la calle fue durante muchos años lugar en el que florecieron pequeños negocios, siempre al amparo de la actividad en Feria y la Alameda. Sabedores de la dificultad para hallar imágenes antiguas en la zona, cuando menos contamos con algunas que en su tiempo existieron como parte integrante del tejido habitual; como por ejemplo la antigua zapatería Calzados Elda, que estuvo situada en el número 35, esquina a Marco Sancho. No sabemos la fecha exacta de su fundación, sólo que antes fue un bar y que tuvo tres propietarios anteriores hasta que en 1949 el suegro de la última propietaria Dª Josefa Pérez la adquirió.

Abajo, imagen de a principios de los 80, cuando aún existía Calzados Elda. En la siguiente foto, La Ilustre Víctima, el bar que vino a sustituir a la zapatería ya a mediados de los 90:


En el próximo bloque, seguiremos dedicando más espacio a la histórica calle Correduría, un lugar en el que el cercano paso del tiempo ha ido, al igual que en otras calles sevillanas, configurando un sitio donde lo tradicional desaparece y se convierte en transitorio.






viernes, 12 de agosto de 2011

La Resolana: algo más que un sitio de tráfico ( 2 )

Continuando con los bloques dedicados a la sevillana calle Resolana, en esta ocasión seguiremos intentando reflejar lo que fueron otros focos industriales de la zona, que en su momento llegaron a hacerse populares por su trascendencia y tradición. En este contexto, hallamos la Fundición de Domingo de la Prida, justo en el número 40 de la vía. Para realizar este reportaje hemos entrevistado a uno de los nietos de la empresa, D.Joaquín de la Prida, quien cortesmente nos ha proporcionado la información que a continuación exponemos, en espera a que recibamos por su parte una exposición más amplia sobre lo que fue esta fábrica, incluyendo asimismo otras imágenes.

 " Domingo de la Prida Álvarez, jerezano y criado en la Casa Cuna de la ciudad del vino, donde obtuvo notables conocimientos acerca del oficio de fundidor, dejó su localidad para establecer en la sevillana calle Lumbreras un local de fundición y cerrajería artística. Con un capital de 4.800.000 pesetas, en 1916 adquiere la nueva casa de la Resolana, edificio éste construido por uno de los discípulos de Aníbal González (tal vez Rafael Arévalo, amigo de uno de los hijos de Domingo).

En 1931, debido al enorme volúmen de trabajo que iba adquiriendo la fábrica, De la Prida optó por ubicar la fundición en Bellavista, pero, eso sí, manteniendo las oficinas de Resolana.

Su producción es muy extensa y variada: ante la Exposición Iberoamericana de 1929, Domingo de la Prida se encargó bajo la dirección de Aníbal González de realizar las farolas de la Plaza de España. También encontramos la verja interior de la Fábrica de Tabacos, la cerrajería del edificio de Rafael Moneo de Previsión Española frente a la Torre del Oro, así como tapas de alcantarillado y compuertas para riego, guardaesquinas, veladores, etc. Fuera de Sevilla, otras realizaciones interesantes fueron el reloj de hierro que se encuentra entre las calles Lacería y Larga, en Jerez de la Frontera, elaborado en los años de 1930. En 1931, la verja de hierro que daba acceso a los Jardines Municipales de la Línea de la Concepción, sustituyó a la muralla de mampostería fue adquirida a la empresa de Domingo de la Prida Álvarez, de Sevilla, por 21.720 pesetas."


Arriba, edificio de Domingo de la Prida. A su derecha se perfila el desaparecido taller de reparación de automóviles Orden. Corría el año 1978. Por la Resolana todavía pervivían industrias y recuerdos de gran sabor autóctono y tradicional. Abajo vemos como el edificio se conserva en la actualidad por el exterior. Aunque sus nuevos propietarios intentaron aplicar otras reformas, las leyes respetaron su catalogación. Pese a todo, evidentemente no es la visión añeja de otra época:





martes, 9 de agosto de 2011

La Resolana: algo más que un sitio de tránsito ( 1 )

La Resolana sevillana. Ese lugar siempre tan de tránsito, de tráfico…. Incluso aparentemente indiferente para muchos sevillanos, Resolana fue y es un espacio de paso. Hasta 1868 no se le conoció de forma oficial bajo ese nombre, aunque en el plano de 1848 de José Herrera Dávila ya existía esa denominación:


Sin embargo, ese extenso tramo que actualmente comienza en el Puente de Barqueta y finaliza en el Arco de la Macarena (o viceversa), tiene también una larga historia. Nacida en la Sevilla extramuros, desde los tiempos islámicos ya era un arrabal fácilmente inundable que comunicaba con las Puertas de Vib Arragel, de la Almenilla, Puerta Nueva (o postigo situado entre Feria y Resolana) y la Macarena. La Puerta de la Almenilla (más bien una torre con una puerta lateral), localizada en la intersección de la calle Blanquillo con la de Torneo, tuvo escasa importancia en cuanto a la actividad comercial se refiere, sin embargo ejerció un papel imprescindible para la estabilidad de la muralla frente a los envites de las crecidas del río, sufriendo varias reestructuraciones. Muy cerca de dicha Puerta se hallaba lo que se llamó el Patín de las Damas, que llegó a conformarse en una enorme plaza rodeada por la muralla desde poco más del 1300. Aquel lugar sirvió durante muchos años como espacio para el paseo, pero entre 1857 y 1858, años en que duraron las obras de la nueva red viaria, la Almenilla fue derribada y los terrenos del Patín pasaron a ser ubicación de los talleres del ferrocarril.

En las imagenes de abajo:
1) Panorama de como debió ser la Puerta de la Almenilla o de Vib Arragel. Detrás se aprecia la espadaña del Monasterior de San Clemente. Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla


2) Plano de Juan de la Viesca. 1745. Enclave donde apreciamos la zona del Patín de las Damas, la Puerta de Vib Arragel, así como el camino donde se hallaba el lienzo de muralla todavía sin derribar. El inicio de la futura Resolana es perfectamente imaginable. Sevilla, Archivo Municipal.


La fábrica de San Francisco de Paula y la Torre de los Perdigones

Como apuntamos anteriormente, las instalaciones de reparación y almacén ferroviarias fueron ocupando el principio de Resolana más cercano al río. Además, durante la segunda mitad del XIX la zona aledaña a estos talleres iría conformándose como un núcleo fabril hispalense de cierta importancia. En 1878, el Ayuntamiento presidido por José Morales Gutiérrez puso en subasta dos paquetes de terreno en Resolana que ocupaban el hueco entonces existente entre la tapia del ferrocarril que separaba los talleres y el arrabal de la Macarena: los lotes H e Y.

El segundo de ambos lotes fue adjudicado a Manuel de Mata y Muñoz, trabajador de la compañía de ferrocarril M.Z.A. De Mata fue el iniciador del complejo industrial de derivados del plomo llamado San Francisco de Paula, del que aún sobrevive la Torre de los Perdigones desde su construcción en 1885 hasta nuestros días, convertida en mirador con cámara oscura.

En 1892, el citado empresario adquiere el otro lote de terreno restante, el H, por lo que la fábrica se amplía. La producción habitual era de perdigones, planchas y tubos. El proceso final de la fabricación de los perdigones consistía en lanzarlos desde la parte superior de la torre (48 metros) hasta que caían en un recipiente de agua, donde se enfriaban.

El heredero de Manuel de Mata, Francisco de Mata Hepburn, tras el fallecimiento de su padre en 1918, alquiló la fábrica casi en su totalidad a la sociedad Figueroa y CIA Sociedad Civil Limitada. En 1948, los arrendatarios adquirieron la instalación definitivamente, manteniéndola en funcionamiento hasta los años 60.

Abajo, imagen del complejo fabril de Santa Paula, que estaba situado en el número 48 de la calle Resolana:


Entre 1917 y 1921 ocurrió la instalación de otra compañía en una zona colindante a la fábrica de perdigones, el almacén de maderas de Luis López Rebolledo, en Resolana 52 (Imagen abajo). Las obras del edificio parece que estuvieron a cargo de Rafael López Carmona. La fachada estaba formada por una parte central a modo de portada, flanqueada por dos espacios simétricos. Se combinan estilos modernistas y regionalistas. Al parecer, la fábrica se mantuvo casi intacta en su parte frontal hasta finales de los 80, momento éste en que la piqueta se encargó de destruir todo el complejo industrial a excepción de la Torre de los Perdigones.


A continuación, vista aérea del complejo industrial en 1988. Foto de Alberto Sánchez Pro. En la parte inferior derecha, observamos tapado por un edificio de la acera de enfrente, el almacén de maderas López Rebolledo (1); detrás, los talleres ferroviarios. En el centro (2), la Torre de Perdigones junto al muro y la techumbre de la fábrica ya demolida. En parte de las décadas de los 70 y 80, el desaparecido complejo industrial estuvo ocupado por numerosas chabolas, las cuales fueron desmanteladas definitivamente antes del derribo de las viejas construcciones fabriles, unas construcciones que proporcionaban una visión ciertamente pintoresca en aquellos años anteriores a la Expo del 92, motivo por el cual se hizo desaparecer el resto de un trozo de la historia industrial de nuestra ciudad.


Despedimos la primera parte de este reportaje sobre la Resolana, mediante la vista de la Torre de los Perdigones desde la calle Pacheco y Núñez del Prado. En el fondo se divisa lejanamente un vehículo Simca. En los años 70 todavía existían casas con este sabor a antaño y aceras con escasos vehículos, incluso en invierno.















domingo, 7 de agosto de 2011

Los Remedios, el cine de Benito Villamarín

El barrio de Los Remedios de los años 84, 85 u 86 fue una zona repleta de bares juveniles, pubs discotecas; en una de ellas, el Piruetas, que abrió concretamente en 1985, uno de los porteros del local un día me comentó que aquello unos meses antes había sido un cine, una sala muy conocida y prestigiosa en el mundillo de los cines sevillanos. En 1958, aquel nuevo barrio de Sevilla que aún estaba sin terminar, pudo tener un cine propio al igual que siempre los hubo en la vecina Triana.

Por entonces, Benito Villamarín, que ya era presidente perpetuo del Real Betis Balompié, poseía negocios inmobiliarios en Los Remedios y se puso manos a la obra para construir un cine invernal que pudo ser durante muchos años el de mayor aforo de la ciudad con 1.400 butacas. los arquitectos Espiau y Recansens confeccionaron una enorme sala con patio y platea. Concebido también como sala de teatro en una reforma posterior, contaba con 28 metros de embocadura, es decir, la mayor de España, así como una escena de 200 metros cuadrados. El vestíbulo era de un gusto exquisito, repleto de mármoles y cuadros al estilo francés del XIX. 


El 6 de abril de 1958 se procedió a la inaguración del salón mediante una ceremonia en la que acudieron cerca de 300 personas, entre ellas Sáenz de Buruaga, director general de la Guardia Civil. Pero quien se ganó los aplausos del respetable, fue la trianera Paquita Rico, que no sólo estuvo presente en el cine para ver la proyección de prueba aquel día (NO-DO), sino que también fue actriz en la primera película que se estrenó unos días más tarde en el Los Remedios: " Lavanderas de Portugal".

En 1966, al poco de fallecer el gerente del cinema, Francisco Rodríguez Ramos, la empresa Sánchez-Ramade, poseedora de una cadena de cines y teatros andaluces (en Sevilla era propietaria del cine Villasis) se hizo cargo del Los Remedios. Abajo, una imagen de la fachada, concretamente del año 1968:


A principios de los 70, grandes artistas del momento como Victor Manuel o Mari Trini actuaron en el escenario del cine de la calle Asunción. En 1978, el gerente José Muñoz Díaz anunciaba la definitiva reestructuración de la sala, que se convertiría en cine-teatro. Era, con más de mil localidades la mayor de Sevilla dedicada a la representación teatral. En la foto de abajo, exterior de la sala, a finales de los años 70. Delante del cine, un querido 600:


Desde fines de los 70 hasta principios de los 80, el Teatro-Cine Los Remedios llegó a rivalizar con el Álvarez Quintero, gozando de actuaciones memorables: las de las compañías de Lina Morgan (1978), de Las Leandras de Angel de Andrés, de la Compañía quinteriana Teatro Breve; Marifé de Triana (1979); o los humoristas Pepe Da Rosa, Paco Gandía, Manolo de Vega, Josele, Los Morancos de Triana (1983), etc. Aunque sobre 1980 sobrevino una crisis en el mundo de los teatros, pero pese a todo continuaron las actuaciones y presencias de artistas y cantantes, como por ejemplo en 1982, cuando Javier Gurruchaga estuvo presente en la presentación de Bésame tonta.

De todas formas, el Los Remedios no pudo mantenerse y llegaron nuevos tiempos para la sala. En diciembre de 1984, ya con nuevos directores, se transformó en la mítica discoteca Piruetas (de la cual hablaremos en su momento), para ser actualmente el Bingo Los Remedios. De todas formas, si alguna vez pasáis por la fachada (el detalle es que sigue habiendo una farmacia al lado y que las casas de arriba son las mismas) o accedeis al interior, no olvideis que aquel espacio fue uno de los cines de invierno y teatros más importantes de Sevilla.




viernes, 5 de agosto de 2011

¿Qué fue del cine.....Avenida de verano en Triana?

Uno de los cines de verano más genuinos de la ciudad  fue el Avenida. Situado en la calle Pagés del Corro, en el mismo corazón de Triana, podía albergar 800 personas, un aforo incluso superior al también desaparecido Ideal de la Alameda de Hércules. Al finalizar la temporada de 1998 ya estaba sentenciado, y en 2001 cerró para siempre: la crisis cinematográfica, que comenzó a hacer mella casi a mediados de los 80 debido a la inclusión del video a nivel usuario - luego también comunitario - que provocó la desaparición de bastantes salas (también de invierno), acometió el espaldarazo definitivo cuando a principios de la década de los 90 subió dramáticamente el precio del suelo. La inmensa mayoría de las salas estivales fueron de alquiler, por lo que tras la venta del solar desaparecían. Ese fue el caso, entre otros, del Avenida. Pese a que los vecinos trianeros intentaron evitar su cierre, enviando miles de firmas, no hubo nada que hacer.

Imágen de abajo: taquillas del cine. Fuente: "Recuerdos de Sevilla". J.M.Gª Bautista y Fco Gª Sánchez. ED Absalón. 2010.

 Junto a cines como el Alfarería, La Estrella o el San Jacinto, fue de aquellos que se convirtieron en populares en Triana durante el paso de los años. La selecta nevería, las yedras colgantes, la bouganvilla, o incluso hasta aquella lucecita roja que veíamos en las puertas, se hicieron parte de la memoria de nuestros abuelos, padres e incluso la nuestra. Abajo, imagen a color del mismo cine. ¿Verdad que evoca recuerdos?


Otra vista del Avenida, en concreto desde arriba. Una toma espectacular que hemos extraído del libro "Recuerdos de Sevilla". J.M.Gª Bautista y Fco Gª Sánchez. ED Absalón. 2010. En la imagen podemos ver la amplitud del recinto junto a su hermosa pantalla, así como la exuberante vegetación. Ya hace años que de esto prácticamente no existe nada:


Por último, finalizamos este dossier mostrando una entrada del trianero cine Avenida. Hoy en día, dificilmente los tickets de las actuales salas tienen el mismo sabor e indéntico colorido que los de antaño, eso que ahora muchos jovenes llaman antiguedad cuando realmente de aquello ha pasado poco, muy poquito tiempo.

















jueves, 4 de agosto de 2011

LOS ÚLTIMOS COMERCIOS DE SIEMPRE: LA DROGUERÍA DE SAN PABLO

LA DROGUERÍA QUE SE EMPEÑA EN SEGUIR SIÉNDOLO



A Eloy

En Sevilla hay comercios con algo más que con encanto: con la perseverancia de sus dueños por mantener su negocio a pesar de las presiones de las multinacionales, de la modernidad, de la globalización, de las franquicias, del paso del tiempo…de la insoportable manera en que los comercios parecen quirófanos impersonales en lugar de sitios con personalidad.

Cuando tenía 14 años y comenzaba el bachillerato, solía ir a Liñeros, en la callejuela del mismo nombre, bocacalle de Cuna, por donde empieza a abrirse la Plaza del Salvador, hoy cerrada con una cancela. Por aquel entonces, era el único de mi clase que utilizaba papel reciclado (me vino pronto la vocación verde) y lo compraba al peso en esa tienda. En realidad, se trataba de un tipo de papel muy fino, de estraza, que se utilizaba para envolver embutidos o carne, pero del tamaño aproximado de un A3, el cual, una vez doblado, me proporcionaba dos A4 de espantoso color y calidad, pero de enorme y económica utilidad para mis apuntes.

Liñeros era un caos magníficamente organizado. Una tienda vieja que olía a lo que tiene que oler una tienda vieja, con unos empleados que se diría que habían nacido entre esas paredes donde amarilleaban calendarios de años que pasaron hacía ya unos cuantos lustros. Pero con ese encanto de lo señero, de lo clásico, de lo auténticamente sevillano. Y por eso me gustaba.

En la calle San Pablo, frente a lo que fue la guarnicionería que tomaba su nombre de dicha calle, y de esa calentería que sirve el mejor chocolate del mundo (con permiso de Virgen de los Reyes), existe aún uno de esos comercios señeros. Ese establecimiento resiste el paso del tiempo con la dignidad propia del orgulloso comerciante que la regenta, con ese olor y ese maravilloso desorden que lo hace único. Y con un escaparate que sería motivo de indignación de cualquier enteradillo en marketing, que muestra unos productos que, quizás, ya eran conocidos en la época en que toda esa calle y todas las calles de Sevilla, estaban repletas de las tiendas de ultramarinos de los montañeses,  de los bares donde servían vino y chochos. Una mirada a su alrededor nos permite contemplar la pervivencia de otros comercios añejos: Osorno, la Óptica San Pablo, Cecilio del Pueyo…Pero al entrar en Reyes Católicos, predominan las multinacionales que, poco a poco, se van haciendo con los edificios emblemáticos de la ciudad y con sus mejores esquinas…Burger King, KFC, Haagen Dasz…

Hace unos días fui a la droguería que nos ocupa a por uno de esos productos que ya sólo se encuentran en sitios como ese. Miré con nostalgia cada una de las estanterías que tenía delante mía mientras esperaba que el tendero, un señor de unos 60 años largos, sin la menor prisa, saliese de la trastienda a interesarse por mí. Suelo ser muy poco comunicativo en estos casos, me limito a pedir, pagar y salir. A veces, dado mi despiste, no necesariamente en ese orden; en esta ocasión, me detuve a preguntar con sana curiosidad cómo ha resistido esa esquina a la presión del dinero y de las multinacionales. El señor, propietario del negocio, me contó cómo sus descendientes no quieren hacerse cargo de continuarlo y cómo él solo sigue al frente del mismo desde hace más años de los que puedo llegar a imaginar, regalándome a continuación una de esas frases de las que siempre me acordaré cada vez que pase por allí:

“¿Sabe usted qué pasa? Que a mí me gusta que haya una droguería aquí. Cuando yo pienso en esta esquina de Sevilla, me la imagino con una droguería y como se me ha antojado, pues no pienso dejar que haya otra cosa. No sé si me explico”







Y yo creo que es difícil explicarse mejor y con más claridad.

martes, 2 de agosto de 2011

¿ Qué fue del cine....PATHÉ ?

En el mundo de la cinematografía sevillana pocos cines han podido presumir como la sala Pathé de una trayectoria de nada menos que 60 años. Desde hace años el edificio ha ejercido tanto como de discoteca (1994-95) como de teatro, que es como figura en nuestros días. Aún así, el Pathé fue el primer cine concebido como tal desde su inauguración, un lejanísimo 18 de octubre de 1925. La construcción del local corrió a cargo del prestigioso Juan Talavera Heredia ( Edificio Telefónica, fachada Iglesia de Santa Cruz cuando los infantes ), quien le impregnó unas trazas de matices modernistas. Aquel día del estreno, en la calle Cuna, los infantes Don Carlos y Doña Luisa asistieron como invitados de honor, proyectándose una cinta del famoso actor cómico Harold Lloyd. Tras un lustro de aquello, el 10 de enero 1930, la sala Pathé fue la segunda en proyectar cine sonoro en Sevilla, unos días después que el Llorens diera el primer paso.

Durante la Guerra Civil y en algunos años de la Postguerra, el Pathé, al igual que otros cines hispalenses, fue escenario de funciones benéficas y patrióticas. Básicamente se emitía cine relacionado con las potencias del Eje. El cine americano tuvo que esperar un tiempo, puesto que, gustos aparte, " lo que había era lo que había ". Tras estas líneas, troquelado publicitario del Pathé de una película de Juan de Orduña de 1941, Escuadrilla, con un Alfredo Mayo en la cresta de la ola:


Abajo, momento en que el paso de la Hermandad de la Amargura, conocido popularmente como el desprecio de Herodes, está a punto de llegar a la altura del cine Pathé. Observen la belleza de la fachada, en la que destacan poderosamente las ménsulas, arcos de medio punto, friso y pilastras adosadas. Corrían los años de 1950.


Durante años el Pathé fue una de las salas chic de Sevilla. Se hicieron muy famosas las sesiones "Vermouth", casi al caer la noche, momentos en que la juventud más selecta y de "pollos bien" se daba cita en el cine con la pretensión de buscar nuevos amoríos y aventuras, en aquel terreno de lo prohibido, de lo oculto. Ahora veamos otra perspectiva del local, tal vez en los 60, tras una reforma que se le practicó en los 30, pero que tanto por dentro como por el exterior había respetado sus esencias. En aquel tiempo se cambió a la denominación de Cinema Delicias, pero fue por pocos años.


Ya en los setenta, el Pathé volvió a ser reformado, pero en esta ocasión de una manera más acorde a los nuevos tiempos. La imagen que veremos ahora, que tiene un indudable sabor setentero, pertenece al mes de noviembre de 1978 en que se proyectó el film "Nunca en horas de clase": dirigida por J.A. de la Loma, fue una producción juvenil a lo español que siguió, como tantas otras, la estela travoltista, pero cuyo mejor elemento fue la canción de los italianos New Trolls "It´s downtown". ¿Se imaginan una tarde cualquiera de domingo en otoño en aquellos años, pasando por el cine, en una calle Cuna casi vacía?


En diciembre de 1985 el Pathé fue cerrado para siempre, afectado por aquellas circunstancias que hemos relatado en otros reportajes sobre cines sevillanos y que fueron determinantes para la muerte de estas clásicas e históricas salas dedicadas al séptimo arte. De todas formas, nos gustaría despedir este dossier recordando un ticket muy al gusto del contenido de nuestro blog; en esta ocasión bajo un formato con sabor de a principios de los 80: